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La imputada

La imputada

Seré breve. Y no solo porque el tema no me apasione, si no porque además, esta crónica ya la escribí. Pena que el ordenador de la oficina lo haya borrado todo. Lo que viene siendo gajes del oficio. Como no hay mal que por bien no venga, lo que van a leer ahora es más divertido, menos denso y más simpático. Lo que viene siendo Adriano Silva que a todos gusta.

La infanta Cristina esta imputada. Todo el mundo se lleva las manos a la cabeza y yo, impávido y sereno, sigo como si nada. Vamos, igualito que Michael Jackson comprando jarrones chinos a gogó o que Evita expropiando casoplones a la clase oligárquica argentina de mediados del siglo pasado. Mi cutis no se altera, entre otras cosas porque a la infanta ya la habíamos imputado todos.

Antes de despotricar un poco, me gustaría recordar que la presunción de inocencia existe desde tiempos de Cristo (ojalá se la hubieran dado a el). Imputada ya está, ahora habrá que probar su culpabilidad y eso no es tan fácil. Aunque que queréis que os diga: no tiene un pelo de tonta y sabía muy bien lo que hacia. Lo que no sabría es que era delito. Yo la entiendo, porque crecí en un entorno en el que todo a mi alrededor me pertenecía y me creía en el derecho de usarlo todo. Era menor, aún no me había dado la vida dos buenas hostias, y como a ella esta es la primera que le dan, me solidarizo con su inexperiencia.

Dicho esto, es hora de meternos en el tajo. La culpa de todo esto la tiene el rey. Don Juan Carlos me perdonara, que es bien conocedor de la estima que le tengo, pero como buen cristiano no puedo mentir. La culpa es suya majestad. Vivir en medio de campo rodeado de ciervos y aduladores no ayuda cuando uno es jefe del estado y no debe ni puede perder la noción de lo que es la realidad. Con todos mis respetos, al rey le han superado los tiempos. No sólo a él, sino también a toda la clase dirigente que subestima a una generación de españoles, no sólo sobradamente preparada, sino que además, sobreinformada. Nos enteramos de todo al minuto, y con la que esta cayendo, no se nos escapa ni una.

La culpa es de Su Majestad porque no ha sabido sobrellevar la situación. O no le han aconsejado bien o no supo escuchar, pero lo cierto, es que se han cometido errores garrafales. La sabiduría popular dice que cuando una manzana esta podrida hay que retirarla del cesto para que n contamine a la demás. Esta manzana es Iñaki Urdangarin y por lo tanto, la infanta Cristina, unida a el por el santo matrimonio. Para una sociedad como la nuestra, el hecho de que estas dos personas estén apartadas de la agenda oficial de la casa real poco importa, porque la percepción es que siguen ahí, al no haber habido un golpe de efecto, una escenificación de una ruptura con esas dos manzanas, como diría la alcaldesa Botella.

Los reyes ya no reinan. Las monarquías se sostienen por su riqueza histórica, por el símbolo que representa la perennidad de una figura aglutinadora, que durante años ejerció Don Juan Carlos a la perfección. Al final, la corona es un sin fin de gestos que conecta con los ciudadanos que permiten que un puesto sea hereditario, cuando para acceder a todos los demás, los mortales se lo tienen que trabajar y mucho. Y así, como la monarquía es un número de gestos a veces resumido al paripé, haré una hoja de ruta de lo que ya se tendría que haber hecho y que por consiguiente se debería hacer:

1- La infanta Cristina debe renunciar a todos sus derechos y títulos com infanta de España y duquesa de Palma, para ella y sus descendientes (ya se que los niños no tienen culpa, pero así se debe hacer)

2- Abandonar de inmediato la casa de pedralbes. Esa casa es símbolo de un expolio, se miré por donde se miré. Deben irse a vivir a un piso de 180m, que yo entiendo que son muchos viviendo en esa casa y en algo más pequeño se pueden ahogar.

3- Mantener un perfil bajo de por vida. Y nada de conceder entrevistas ni de concursar en realities, que a los monárquicos convictos como yo, ya nos han hecho pasar demasiada vergüenza.

Con estos sencillos actos, el ciudadano percibiría que Cristina ya no es una manzana podrida en el cesto porque ya no pertenecería a el. Es decir, que con su renuncia, dejaría de lastimar a la corona, que es lo que se pretende en estos momentos. Sea culpable o no, tanto ella como su marido, ya no están capacitados para representarse a si mismos, cuanto más a una nación. Se tienen que ir, o las consecuencias pueden ser devastadoras.

Mientras escribía todo esto me acordé de una pequeña anécdota que cuentan sobre la reina Sofía. En su niñez, la reina conoció la precariedad y la desdicha del exilio. Tras la Segunda Guerra Mundial, se le permitió a su familia regresar a Grecia y así restaurar la monarquía helena. Al volver al pisar suelo griego, doña Sofía se sorprendió por la efusividad del pueblo que no paró de vitorearles y le pregunto a su madre, la reina Federica: toda esta gente nos pertenece? Y su madre le contesto: no. Somos nosotros los que les pertenecemos a ellos. Que no se te olvide nunca. Y yo añado, que si lo han olvidado, que lo recuerden. Su destino nos pertenece. Dejen de jugar con el nuestro si quieren mantener el puesto.

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