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140 caracteres

140 caracteres (du)

«No soy un político de consenso. Soy una persona de fuertes convicciones.» Con estas palabras se autodefinió hace más de tres décadas Margaret Thatcher. Las comparaciones son odiosas y yo muy propenso a hacerlas, pero esta vez no caeré en la falacia ni en la vanidad. Me identifico profundamente con la cita y con la persona que lo dijo, pero soy simplemente un experimento hardcore de mi mismo, que peligrosamente nada entre dos aguas: lo sagrado y lo profano, lo moral y lo inmoral, lo trascendente y lo frívolo. Un producto del sistema que a veces se cree anti sistema. Lo que viene siendo la tontería burguesa llamada Jorge Verstrynge. La única diferencia entre él y yo es que al menos servidor no ha militado y aspirado a liderar un partido. Hay que ser sinvergüenza y lo que es peor: frustrado.


140 caracteres pueden hacer mucho daño. Uno es preso de lo que dice y si encima queda reflejado de por vida en una red social, es casi una condena perpetua. Soy un ciudadano, como tantos otros, enganchados a Twitter. Me gusta el debate, la confrontación de ideas, la discusión, y para que negarlo, la guerra dialéctica. Muchas han sido las veces en las que me he visto envuelto en polémicas, en discusiones absurdas con desconocidos, por los más variopintos temas. Mi última cruzada twitera fue contra los fascistas escracheros. Me llovieron toda clase de insultos, algunos contestados (porque yo también soy de barrio, aunque el mío se llamaba de Salamanca) y otros simplemente jaleados. No quiero dejar la oportunidad de agradecer a Shangay Lily el haberme llamado «Cristofascista». Viniendo de su boca, me supo a halago.

Pero volvamos a lo importante (perdóname querida Shangay que sólo te dedique una frase). 140 caracteres hacen mucho daño. Día tras día, millones de personas vertimos en las redes sociales un sinfín de opiniones con una ligereza abrumadora. No sabemos de casi nada pero opinamos de casi todo. En España, el twitero tiene un perfil muy marcado. No se como será en otros países, pero en el nuestro, los que twittean son una pequeña elite (pseudo)ilustrada que suelta lo primero que se les viene a la cabeza. En esa elite incluyo a políticos, empresarios y periodistas. Justamente los gremios que tienen más responsabilidad de cara a la opinión pública.

Esta elite (pseudo) ilustrada es la responsable en gran medida del debate generado en la calle, del escrache colectivo o de la manifa de turno, que pretende ser masiva, pero que nunca lo llega a ser. Vamos, que lo que se dice morder, pocas veces muerde. Nos entretenemos con discusiones de que si república o monarquía, que si aborto o vida, que si la izquierda o la derecha, que si Cospedal dijo o Buruaga quiso decir. Una pérdida de tiempo. Deshojamos la margarita mientras el mundo que conocimos se desmorona para no volver nunca más.

Desconozco como ha terminado finalmente la polémica de Cospedal. Como tenemos una prensa que a veces es poco seria, muy twitera, pero poco seria, me quedo sin saber si los votantes del PP pagan la hipoteca o dejan de comer para poder hacerlo. También sigo con la duda si España es o no republicana, porque las redes están que arden con el tema, pero de momento, y espero que mientras yo viva (después ya me la trae al pairo) los Borbones sigan con su real pandero sentados en el trono. Desconozco también con que intencionalidad Sáenz de Buruaga tildo de ocurrencia las tres comidas a los niños andaluces.


Quiero creer que Cospedal paga la hipoteca al igual que el votante del PSOE, y que aunque este delgada, sea por una cuestión estética y no porque no pruebe cuchara. Quiero también creer que Buruaga quiso plasmar con su tuit que lo de las tres comidas era una medida populista más de la izquierda y no una mala medida en si misma, porque no nos olvidemos, que lo que dicen desde la junta de Andalucía, es lo que lleva haciendo la iglesia católica toda la vida. Y quiero creer también que Arias Cañete se ducha con agua caliente y come yogures dentro del plazo, ni que sea por su bendita salud. Desde el ‘Pan y el Palo’ hago en definitiva, un llamamiento a todas las personas que ejercen un cargo de responsabilidad o cuya opinión tenga cierto peso en la sociedad, que se piensen muy bien las cosas antes de escribirlas, porque 140 no dan para tanta explicación. Las redes sociales son maravillosas, nos entretienen y por supuesto, sirven de arma de debate e intercambio de ideas, pero no debemos permitir que se conviertan en la nueva inquisición. Los españoles necesitamos pan y paz y no circo.

Para terminar quiero contestar a los Antonios. Hace unos días comí junto a dos militantes socialistas. Uno de ellos es amigo mío y no han sido pocas las veces las que nos hemos enzarzado en discusiones antológicas y de gran calado y actualidad. Más que una comida, aquello fue un choque de trenes en toda regla. Eran dos contra uno y por primera vez en mi vida sentí el más profundo rechazo a mis ideas y a mi estilo de vida. Estoy muy orgulloso de donde vengo. Durante años he visto a mi padre dos días a la semana porque fue incansable a la hora de trabajar para darnos la mejor vida posible. Hemos vivido muy bien, he estudiado en una universidad privada por solidaridad a los que no pueden permitírselo, por no cubrir una vacante cuando yo podría permitirme otras alternativas. Estoy muy orgulloso de ser quien soy y de lo que poco a poco me estoy convirtiendo, gracias a mi ambición, tesón y esfuerzo. Puede que mi padre, gracias a su trabajo, me pusiera en pole position, pero desde hace siete años, soy yo el que conduce el coche hasta la meta. No me avergüenzo de ser bueno, ni guapo y menos de tener una vida acomodada, simplemente porque me la gano día a día. Simplemente dije que el socialismo no genera méritocracia porque su política es subvencionista. Pero jamás, y que quede bien claro, le negaría un plato de comida a un niño, sea andaluz o asturiano. El hecho de ser un privilegiado no me convierte en un monstruo ni en un insensible. Todo esto lo podría haber resumido en 140 caracteres y publicarlo en Twitter,pero hubiera sido temerario y peligroso. Espero que me entiendan.

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