El trabajo no es otro que el de sexador de pollos, un empleo extraordinariamente bien pagado: se ofrecen salarios superiores a los 55.000 euros netos anuales, más de 4.500 euros al mes. Pero más impactante todavía es que ni siquiera ese sueldazo sea suficiente para atraer candidatos al puesto en Reino Unido.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué los británicos no se pelean por ser sexadores de pollos? A priori, cabría esperar la formación de colas kilométricas tan sólo para asistir a una entrevista. Sin embargo, las exigentes condiciones provocan que muchos se echen atrás antes de iniciar el proceso. No es oro todo lo que reluce, ni un empleo es necesariamente de ensueño por muchos ceros que añada a tu cuenta bancaria al final de cada mes.
En primer lugar, para ingresar en este negocio es imprescindible adquirir formación. No se trata de un curso de una semana, ni siquiera de un mes: para que una persona consiga diferenciar hembras y machos entre pollitos recién nacidos, con la velocidad y la precisión necesarias, hacen falta nada menos que tres años de entrenamiento (remunerados). Hace falta tenerlo todo muy claro para ponerse a realizar estos estudios durante un periodo de tiempo tan prolongado; y son pocos los que se lanzan con semejante sacrificio. Quienes se atreven lo hacen más por las perspectivas económicas que por vocación.
Los directivos de las empresas que demandan sexadores de pollos consideran que es el propio trabajo y no la formación lo que lleva a la gente a descartar esta carrera. Al fin y al cabo, se trata de pasar hasta 12 horas al día observando el trasero de los pollitos, sin tener más que unos cuatro segundos para determinar su sexo y sabiendo que el margen de error es apenas de un 2% o un 3%.

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