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Música

Alex Anwandter: «El movimiento LGTB+ en Chile está secuestrado por facciones más conservadoras que intentan limitar»


Alex Anwandter es un artista chileno con una de las mayores proyecciones musicales internacionales. Acaba de publicar su nuevo disco ‘Latinoamericana’ y hemos hablado largo y tendido con él acerca de la creación del disco, del concepto detrás del mismo, de su faceta de director, de derechos LGTB en Chile… incluso hasta de Cecilia Bolocco. Inteligente y mentalmente muy rápido, Alex se ha dejado llevar por las preguntas y ha no ha puesto reparos en contestar ninguna.

¿Qué desencadenó la grabación de Latinoamericana tras ‘Amiga’? ¿Algún concepto o idea que tomara fuerza sobre otras? ¿O fuiste haciendo canciones hasta que viste que tenías un nuevo disco entre manos?
Yo creo que es una mezcla de las cosas que has dicho. Yo no dejo de componer. Para mi hacer un disco no es como que me voy a una cueva en la montaña y vuelvo con un disco en la mano sino que es más como un proceso. Me voy evaluando a mi mismo, observo qué está pasando con las canciones… Después de ‘Amiga’ sucedieron varias cosas que me afectaron. Una de las principales fue que había decidido irme a vivir a Estados Unidos y al poco tiempo salió elegido Donald Trump. Esa especie de ambivalencia que había en esa decisión que había tomado, que yo veía como positiva para mi vida, y ese jarro de agua fría empezaron a influir a la emoción más básica del disco que es: ¿qué le está pasando al mundo, por qué es como un desastre que no se acaba nunca?

En algunos momentos del disco te he notado muy pesimista, también en otras entrevistas.
El disco es muy pesimista (risas). Pero también siento que lo que yo hago con una canción no es embotellarme a mi sino un sentimiento que yo tengo en determinado momento. Yo no estoy tan pesimista… quizás cuando lo hice estaba más pesimista pero ya se me pasó.

A la hora de grabar de nuevo ¿te pusiste alguna auto imposición para no repetir cosas de otros discos o para explorar nuevos sonidos?
Sí, yo diría que varias… Más que auto imposiciones trabajo en reacción a trabajos anteriores. Los dos discos anteriores son más explícitos en el mensaje, a pesar de que tampoco son pancartas… aunque hay una que se llama ‘Manifiesto’ sin ir más lejos (risas). Y justo con el anterior, ‘Amiga’, me di cuenta de que recorría un espectro estilístico súper amplio. En mi sensación, demasiado amplio. Entonces me dieron ganas de hacer un disco con una síntesis más orgánica de cual sea que es mi estilo y un disco que fuera una especie de gesto limpio. Una sola pincelada de mi y no tanto «miren todas las cosas que puedo hacer» como era el disco anterior.

Da la sensación de que en ‘Latinoamericana’ hay menos ‘hits’ instantáneos como ‘Siempre Es Viernes en mi Corazón’ o ‘Tatuaje’ pero se percibe un sonido más profundo y más trabajado.
Sí. Y fue a propósito. Es un disco un poco más oscuro en las temáticas y también en la música. No siento que mi deber como artista sea hacer que la gente evada los conflictos del mundo cuando me escucha, que tenga que distraerlos o ser un mono que baila cuando le aplauden. Pienso que también puedo hacer otras cosas y eso es un poco este nuevo disco. Es un poco más desafiante que los dos anteriores pero también encuentro que es algo bueno, por lo menos para mi.

¿El no estar tan pendiente de los ‘hits’ ha sido posible gracias a que ahora eres un artista consolidado o siempre has hecho lo que te ha dado la gana?
La verdad siempre he hecho lo que me ha dado la gana. Hace mucho tiempo, tenía una banda a la que le iba súper bien en Chile…

Teleradio Donoso…
Exacto. Y cuando terminé la banda hice el disco más loco y experimental que tenía en mi cuerpo. Son como necesidades que me saco del cuerpo. Por supuesto que me puedo sentar y hacer ‘hits’. Suena muy megalomaniaco pero bueno (risas).

¿Desde la discográfica te han pedido en algún momento que vayas en alguna dirección en concreto?
No. Creo que es una de las pocas ventajas que tiene estar en el mundo independiente.

¿Cómo es tu proceso compositivo?
Lo hago de todas las maneras que tengo a mi disposición. Desde lo más típico como una melodía en la ducha, una cosa que ridículamente sucede (risas). Un grupo de acordes que me gusta cuando estoy al piano o en la guitarra, ideas de producción… A veces se me ocurren canciones completas que tengo que reproducir lo más rápido que puedo porque son muchos elementos en simultáneo que traducir. He escrito canciones a partir de títulos, que se me hace súper entretenido. Porque a veces se me ocurren títulos muy buenos y luego tengo esa auto exigencia de estar a la altura con la canción.

¿Cómo cuáles?
‘Siempre es Viernes en mi Corazón’, por ejemplo. Dije, tengo que tener una canción que se titule así. O ‘¿Cómo Puedes Vivir Contigo Mismo?’. Igualmente no separo en el proceso la música de la letra. Muchísimas veces elimino canciones porque la letra no está a la altura. La música puede estar increíble peri si la letra no funciona, la elimino.

¿En ese aspecto eres más como un autor más clásico, que lleva la música y la letra de la mano, como un todo?
La letra también me cuesta mucho. Solo que ahora, que muchos músicos dicen «ya, voy a escribir la letra en una servilleta de camino al estudio», yo digo: «No, voy a dedicar el mismo tiempo a la letra que a la música». Y a la música le dedico mucho. Por eso muchas veces pongo canciones en pausa durante meses para que la letra finalmente funcione. A nadie le importa cómo suena un ‘Hi-Hat’ o un sintetizador, la gente se fija más en la letra y la melodía y hay que estar un poco consciente de eso.

Siendo también el productor, ¿cómo sabes en qué momento tienes que parar de pulir la canción o añadir detalles? ¿Cuándo dices: ya paro y dejo así la canción?
Obviamente es más difícil auto evaluarse que producir a otra persona pero por lo general, en términos de producción, no trabajo infinitamente. Uno tiene una sensación irracional de que algo está listo o está funcionando. Tengo varias técnicas para notar eso: ponerme la canción para caminar por la calle, ponerme a bailar en el estudio con la canción, ver si me emociona… Lo que sí me cuesta más es el lado de la mezcla, ahí sí me demoro mucho tiempo.

¿Y no tienes la tentación de desentenderte y enviarlo a mezclar por otra persona?
(Risas) Obviamente, pero no tengo tanta plata (dinero).

Bueno, ahora hay muy buenos mezcladores a precios competitivos…
Sí. O sea, me pasan dos cosas. Por un lado no separo tanto el proceso de mezcla de la producción pero muchas veces mis arreglos son detalladas y sutiles… Este último disco lo lleve tres días a un estudio más ‘Pro’ y otro amigo productor me dijo: «mira, podemos hacer esto…». Pero eso es una proporción de seis meses contra tres días.

¿Un último retoque?
Sí, pero igual ayudó mucho al disco.

¿Tienes algunas personas a las que sabes que les puedes pedir opinión acerca de tus canciones?
Le muestro mis cosas a una cantidad muy pequeña de personas, pero en definitiva para mi es una cosa emocional. Tengo que sentir muy profundamente que lo que estoy haciendo es algo sincero, más que ultra logrado o virtuoso. Que es algo real. Al final de ese camino no tiene tanto peso si alguien me dice «esta canción es increíble» si yo no la siento igual. Porque luego, después de los años, voy a ser yo el que esté cantando esa canción en el escenario, y si no me gusta, va a ser una cosa dolorosa y falsa.


¿Cómo definirías el concepto del disco ‘Latinoamericana’? No me queda claro si es una crítica al exterior o una autocrítica como latino.
Yo creo que lo que describes no es una especie de dicotomía en la que tenga que escoger una de las dos ideas de partida. Intenté hacer un disco cuyas ideas no fueran como unos mensajes donde yo te digo lo que tienes que pensar. Cuando me dices que tú lees una simultánea crítica y autocrítica, justo es eso lo que era mi intención hacer, pero yo lo veo más como una exploración de la identidad latinoamericana. Y dentro de esa identidad conviven esas dos cosas, aunque no creo que sea de lo único que habla el disco.

Para mi el disco es una especie de esfuerzo por trazar hilos y hacer conexiones de narrativas que están instauradas pero no muy cuestionadas. Por ejemplo, cómo podemos tener colonizado el deseo y abrimos Instagram y vemos a un chico rubio y pensamos que es atractivo y no entiendes porque eso te parece más atractivo. Ni siquiera se cuestiona. O no entender muy bien lo que está pasando, pegando ya un salto medio cuántico, con este neofascismo que está barriendo el continente… Eso tampoco es nuevo. Hay muchos fenómenos que suceden cuando uno es latino. Algunas cosas tienen que ver con la cotidianidad, algunas tienen que ver con la historia, otras con movimientos socio políticos y el disco va trazando de manera pausada hilos entre temas que a mi me interesan y narrativas que fueron desmanteladas a lo largo de los siglos. Es un disco súper sutil en ese sentido. Pero va más por ahí la cosa que decir: «los españoles son malos» (risas).

Me sorprende mucho lo que cuentas de la colonización del deseo. ¿Qué influye más en Chile, el racismo o el clasismo?
(Toma una pausa antes de contestar) Es una mezcla. Todas esas cosas se entrecruzan y son cosas complejas. Para darte un ejemplo muy breve, yo también sufro un poco de tener el deseo colonizado. Es todo un espectro donde uno se mueve y yo estoy del otro lado del espectro por tener un apellido alemán. Es algo que no me podría importar menos, no tengo nada que ver con esa familia, y sin embargo me preguntan una y otra vez por mi apellido. En todos lados, en muchas entrevistas. Si tuviera un apellido más común no me preguntarían tanto.

Como González…
No me preguntarían tanto, hay una jerarquización de los orígenes, a pesar de que González también es europeo y eso es algo de lo que mucha gente se olvida.

Estuve buscando conexiones entre tú y Jorge González (uno de los músicos más icónicos de Chile), porque creo que tenéis algunos elementos en común y me encontré comentarios que me recordaron a lo que estás diciendo. Un comentario decía: «Alex Anwandter es como Jorge González pero en cuico (pijo)». ¿Qué opinas de este tipo de comentarios?
Bueno… Por un lado no me interesa mucho ocultar de que vengo de un origen mucho más privilegiado que Jorge González. Por otro lado tampoco me interesa mucho parecerme a Jorge González, a pesar de que me gusta. Lo que pasa es que a Jorge González le gustan cosas que a mi también me gustan y mucha gente no es capaz de distinguir influencias en común y nos agrupan. Pero también lo puedo entender, me da lo mismo.

Hilando con lo de los orígenes sociales miré eso que se hace mucho en Chile de «¿en qué colegio has estudiado?» y vi que tú lo habías hecho en el Santiago College. Pero no me sorprendió eso tanto como descubrir que ¡has compartido colegio nada más y nada menos que con Cecilia Bolocco!
(Risas) No me puedo hacer responsable de eso.

Desde un punto de vista de iconografía pop me dije: «voy a preguntarle qué dan en ese colegio para que hayan salido personajes tan potentes en el imaginario pop». El Santiago College ha dado desde actores porno a ministros, de misses universos a estrellas del pop como tú ¿Qué daban en ese colegio? ¿Daban más libertad de la que se puede presuponer?
¿Actores porno, en serio? No tenía ni idea… (risas). A ver, lo que sucede en ese colegio, que a todo esto lo odio y me pareció un infierno de 14 años, es que es de clase alta pero no es de la clase alta tradicional chilena. Por eso tiene tanta variedad, porque todos los que no tienen apellidos más «españoles» pseudo aristócratas de Chile y no son conservadores o religiosos van a ese colegio. Por lo general, la clase alta chilena pone a sus «reproducciones» en colegios católicos. Mis papás son súper raros, mi madre es del campo, mi padre es de Brasil y claro, terminé ahí, torturado por esa decisión hasta el día de hoy (risas).

Tu discurso suena muy provocador para algunos fuera y dentro del colectivo LGTB: pintarte los labios, quemar una foto de Jaime Guzmán, hablar en femenino en las canciones… ¿Es algo premeditado o algo que te sale de manera natural?
Es un proceso medio complejo. Es premeditado pero tiene que estar conectado con cosas reales, si no no funciona. Pero no es premeditado tipo evaluar qué podría tener más impacto sino de buscar estrategias no tan verbales de decir lo que quiero. Se me hace muy importante encontrar imágenes nuevas, maneras de decir una cosa que quizás ya están en el mundo pero han perdido un impacto.

¿Hay cierto sentimiento de venganza sana contra toda esa gente que ha maltratado a ciertos colectivos como el gay?
O sea, total. No te voy a decir que a veces no hay un cierto placer (risas). Hace un par de años me invitaron a ‘La Cumbre del Rock’ en el Estadio Nacional, un sitio grande, y se me ocurrió decir que no me gustaba el rock porque se me antojaba como una trinchera de la masculinidad, como un secuestro que los hombres heterosexuales habían hecho de la música y una falsa bandera de autenticidad… Obviamente que me pifiaron (abuchearon) pero me gusta hacer eso. Qué aburrido tener un escenario así, ir a cantar una canción y volverme a mi casa sin haber aprovechado de decir nada. Y entre paréntesis, le cambiaron el nombre a esa cosa y ahora se llama ‘La Cumbre’ (risas).

¿Qué artistas de Chile y de fuera te han influenciado, a los que siempre vuelves?
Creo que vuelvo periódicamente a David Bowie, Violeta Parra, Juan Gabriel, Grace Jones y a la música brasileña, que tiene una tradición enormemente rica. Y también hace poco estuve pensando que mis colegas de acá me inspiraron un montón… Javiera Mena, que para mi no es solo como una colega y una amiga sino que fue una inspiración. Porque cuando yo estaba partiendo ella sacó su primer disco y fue como «wow ¡qué onda», qué increíble lo que está haciendo esta persona, yo también quiero tirar para allá.

¿Cuál es tu disco favorito chileno de los últimos 10 años?
(Se lo piensa) Yo creo que probablemente los dos primeros de Javiera Mena. Para mi son como obras maestras, como que resumen un montón de cosas de los vicios de ser músico.

¿Con quién te gustaría colaborar?
Creo que con Javiera, porque con ella solo he colaborado en el escenario. El otro día me junté con ella y estuvimos hablando de hacer algo, así que puede suceder.

He visto que en directo haces a veces un ‘cover’ de Christina Rosenvinge. ¿Te gustaría colaborar con ella?
Honestamente… me daría mucha vergüenza pedirle algo, porque la admiro demasiado (risas).

¿Qué retos pendientes crees que hay para el colectivo LGTB en Chile?
Creo que el movimiento está secuestrado por facciones más conservadoras que intentan limitar mucho, en mi opinión, el propósito del movimiento al acceso a derechos, más que como un cambio paradigmático. Como una cosa no verbalizadamente adscrita al capitalismo y no mucho más que eso. Obviamente que hay una diversidad, pero el poco poder que hay está en manos de esos grupos, que si sale electo un presidente como Sebastián Piñera van a saludarle y decirle cosas ‘buena onda’. Y se me hace todo medio absurdo. Me da vergüenza ajena.

Como chileno, ¿qué piensas que perjudica más al gay en Chile, su condición de gay o su condición económica? Da la sensación de que la homofobia no existe tanto si vives en un buen barrio de Santiago de Chile como Vitacura o Las Condes
El ‘status’ económico, definitivamente. Es infinitamente peor ser maricón pobre que un gay en Vitacura. Yo igual creo estar 99,9% seguro de que esos gays de Vitacura no salen a la calle de la mano con sus parejas.

Un tema polémico con el que no mucha gente se moja y se relaciona directamente con el colectivo LGTB es la gestación subrogada. ¿Qué opinas tú?
Se me hace una esfera de explotación de pobreza. En ese sentido se me hace muy complicado. No dudo de que haya casos consensuales pero… igual que en la prostitución hay casos consensuados en un grado, pero hay un contexto que lleva a las personas a eso. La subrogación en si no me parece mal, lo que hay detrás y la invisibilización de esa realidad sí.

¿De dónde viene tu pasión por dirigir videoclips, cómo te iniciaste en la labor de director?
La verdad es que no tengo pasión por hacer videoclips (risas). Ha sido una cosa más de necesidad. Mi pasión realmente es el cine. Los vídeos comencé a hacerlos porque no encontraba quién me los hiciera. Me estaban costando muy caros y no me gustaban. Y fue como «ya bueno, si me van a salir caros y no me van a gustar por lo menos que sea mi culpa». Comenzaron a salirme un poco mejor y me di cuenta de que eran un complemento, una analogía visual para la canción. Y uno como autor sabe mejor que nadie qué es lo que le va mejor a la canción. Pero si fuera por mi no haría ni un vídeo (risas).

Tu tercera mayor audiencia en Spotify es Madrid pero nunca has tocado aquí. ¿Tienes planes de venir?
No he ido principalmente porque cuando uno va por primera vez a un lugar lo hace como perdiendo dinero y yo soy muy poco dado a eso, como que no me gusta pagar por tocar. También muchas veces me preguntan por mis planes de ir a lugares y funciona un poco al revés. No me niego ir a lugares, si me llaman para ir a España yo voy encantado, pero de momento no ha sucedido (risas). Estoy trabajando con gente en España ahora y es mucho más probable que un concierto allí suceda.

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