El plan maestro de Mediaset para convertir a Ana Rosa Quintana en la reina de las tardes se ha derrumbado con estrépito. Apenas unos meses después de su apuesta por TardeAR, el fracaso del programa ha obligado a la veterana periodista a regresar a las mañanas de Telecinco con el rabo entre las piernas. A partir del próximo 3 de febrero, Quintana retomará su histórico El Programa de Ana Rosa, marcando el inicio de la vigésima temporada de este espacio tras su sonado fiasco vespertino.
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El regreso de Ana Rosa supone un reconocimiento implícito de la cadena de que su apuesta por las tardes no solo no cumplió expectativas, sino que se convirtió en uno de los mayores descalabros de la temporada. TardeAR, que debutó con un despliegue de medios y una promoción omnipresente, naufragó frente a los consolidados Y Ahora Sonsoles en Antena 3 y Ni que fuéramos tontos (popularmente apodado Ni que fuéramos Shh) en La Sexta, que no dieron tregua a la nueva propuesta de Telecinco.
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Aunque desde Mediaset se intentó vender TardeAR como una renovación fresca y moderna, la audiencia no tardó en darle la espalda. Los espectadores, cada vez más críticos, optaron por formatos con mayor frescura y autenticidad, dejando a Ana Rosa y su equipo fuera de juego en una franja en la que nunca consiguió despegar. La evidente desconexión con el público dejó en evidencia que, pese a su éxito en las mañanas, la figura de Ana Rosa no tiene el mismo tirón fuera de su zona de confort.
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Con TardeAR enterrado, Mediaset intenta ahora recomponer los pedazos y volver a lo que siempre funcionó: la franja matinal. El movimiento no sorprende a nadie; el batacazo en las tardes ha sido tan sonado que la cadena se ha visto obligada a reorganizar su programación, devolviendo a Ana Rosa a la franja que dominó durante casi dos décadas. Eso sí, esta vez con “nuevas secciones y colaboradores” que prometen más de lo mismo pero con un envoltorio distinto.
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La mañana de Telecinco comenzará ahora con La Mirada Crítica, presentado por Ana Terradillos, para dar paso a El Programa de Ana Rosa y cerrar con Joaquín Prat al frente de Vamos a Ver. Una maniobra que no es más que un intento desesperado por salvar los muebles tras la debacle vespertina. Mientras tanto, la franja de la tarde será heredada por Verónica Dulanto y Frank Blanco, quienes intentarán reflotar TardeAR, un barco que parece condenado al hundimiento.
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El fracaso de Ana Rosa en las tardes supone un golpe a su imagen, forjada durante años como una de las figuras más influyentes de la televisión. Ni su fama ni el respaldo de Mediaset fueron suficientes para enfrentar a unos competidores que entendieron mejor lo que el público esperaba en esa franja horaria. Lo que en su día parecía un ascenso natural en su carrera ha terminado convirtiéndose en un incómodo paso en falso.
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El regreso a las mañanas tiene un aire de derrota evidente. Pese a los intentos de Mediaset por maquillar la situación como una “estrategia de renovación”, está claro que devolver a Ana Rosa a su antiguo espacio no era la primera opción, sino la única salida ante la caída en picado de las audiencias.
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Por su parte, Antena 3 y La Sexta celebran la debacle de su rival. Y Ahora Sonsoles, liderado por Sonsoles Ónega, ha mantenido su hegemonía con un formato ágil y entretenido, mientras que Ni que fuéramos tontos ha conectado con una audiencia más joven y desinhibida, dejando claro que en las tardes no hay espacio para propuestas rancias o autorreferenciales.
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El “triunfo asegurado” que Mediaset prometía con Ana Rosa en las tardes se ha convertido en una dolorosa lección. Ahora, con el retorno a las mañanas, queda por ver si la cadena logrará recuperar el liderazgo en esa franja o si el desgaste del fiasco seguirá pesando en la percepción del público. Una cosa está clara: esta derrota quedará marcada en la historia de la televisión como un recordatorio de que el éxito no siempre es transferible de una franja a otra.
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Los datos de audiencia no dejan lugar a dudas sobre el alcance del fracaso de TardeAR. En sus primeras semanas, el programa arrancó con un prometedor 12% de cuota de pantalla, pero rápidamente comenzó a caer en picado, situándose en torno al 8% en diciembre y llegando a un alarmante 6,5% en su última emisión de enero. Mientras tanto, Y Ahora Sonsoles de Antena 3 se mantenía firme con una media del 15%, liderando con comodidad la franja vespertina. Por su parte, Ni que fuéramos tontos en La Sexta consiguió consolidarse en un sólido 9%, demostrando que un enfoque desenfadado puede ser suficiente para superar a una propuesta que no logró conectar con el público.
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En las comparativas directas, TardeAR quedó por detrás no solo de sus rivales principales, sino incluso de algunos programas de menor presupuesto en cadenas como Cuatro o la televisión autonómica de Madrid. Esto refleja un problema estructural en la estrategia de Mediaset: la sobreexposición de Ana Rosa y la falta de innovación en el formato. La audiencia demostró que no basta con un rostro conocido y un despliegue de medios; los contenidos deben responder a las expectativas cambiantes del público, algo que Mediaset parece haber olvidado.
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El golpe más significativo para TardeAR llegó en los llamados “minutos de oro”, donde la diferencia con Antena 3 se hizo abismal. En algunos momentos clave, como entrevistas de alto interés o debates controvertidos, Y Ahora Sonsoles doblaba en espectadores a TardeAR, con picos de hasta 1,7 millones frente a los apenas 800.000 de Telecinco. Estos números dejan claro que el experimento no solo fracasó, sino que puso en evidencia el desgaste de la marca Ana Rosa fuera de su tradicional franja matinal.
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Daniel Martín es un periodista apasionado por la música, la televisión y la cultura pop. Con una amplia experiencia en el sector, ha escrito para diversos medios de comunicación, tanto online como impresos.
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