La ambición manchega
La actualidad política de ayer lunes prometía ser intensa y no defraudó. Aunque Teresa Campos diga hasta la saciedad que la semana empieza el domingo, yo reconozco que rechazo totalmente ese planteamiento marujocristiano y prefiero empezar con fuerzas renovadas el lunes. Pero no estamos ante un inicio semanal cualquiera. Este fue especial y sé que todos me entenderán. No siempre uno tiene la oportunidad de desayunar con el Presidente del Gobierno, rodeado de ministros y demás autoridades.
María Dolores de Cospedal fue la excusa perfecta para que me levantara algo antes. En el hotel Ritz de Madrid, Nueva Economía Forum organizaba un desayuno informativo en que la invitada era la secretaria general del Partido Popular y presidenta de Castilla-La Mancha. La presentaba nada más y nada menos que el presidente del gobierno, Mariano Rajoy. La expectación era máxima.
La cúpula del PP estuvo más que representada y lo que parecía en principio un picnic de los ex amigos de Luis «el cabrón», se convirtió en un auténtico acto multitudinario, que rozaba el mitin. Uno de los primeros en llegar fue Iñaki Oyarzabal. Cuando el vasco entra en una sala, la llena. Es atractivo y perfumado -no sabría decir si olía a Eau de Rochas o a Varón Dandy- y uno de los hombres fuertes del renovado PP vasco. Le tengo simpatía y porque no decirlo, cierta atracción hormonal, porque a mi el poder, cuando se ejerce con inteligencia, me cautiva. Tras él llegaron Esperanza Aguirre y Ana Botella, en modo dúo cómico, estilo Las Virtudes. Rodrigo Rato, la vicepresidenta Soraya, Cristina Cifuentes y un largo etcétera, que no quisieron dejar escapar la oportunidad de cerrar filas en torno a Cospedal.
Sorprendentemente, el primero en hablar fue el presidente Mariano. Por todos es conocida su aversión a los micrófonos, como si fuera un gato que rehuye del agua. Pero para ser justos hay que decir que el presidente habló y lejos de hacer campaña, cosa que le honra, prefirió elogiar a su número dos. Al oír el sólido currículum de María Dolores uno se da cuenta de que es una mujer ambiciosa. Menos presidenta del gobierno, esta mujer ya lo ha sido casi todo en política. Cuando la tacho de ambiciosa me veo obligado a aclarar que no lo digo como algo despectivo. Letizia es ambiciosa y ahí está. Yo soy ambicioso y aquí me tenéis. Pero si algo define a la ambición manchega, y por consiguiente, a la princesa y a mi, es nuestra gran capacidad de trabajo y de vocación de servicio.
Tras Rajoy, habló De Cospedal y lo hizo bien. Vivimos un momento duro, donde la clase política vive un momento bajo. Pero María Dolores salió airosa. Reducir en un solo año seis puntos del déficit de la comunidad castellana-manchega se dice pronto y sus trabajo le habrá costado. Las cosas van en la buena dirección por mucho que se empeñe la oposición izquierdista en que con los recortes sepultarán al estado de bienestar que ellos, lejos de mimar, minaron.
El turno de preguntas era por muchos el más esperado. La prensa -yo hablo de ella como si fuera ajeno- esperaba pillar a la presidenta en algún reducto, pero la chica se lo tenía preparado. Es verdad que algunas preguntas parecían incomodarla algo más, pero seamos sinceros: La Derecha es como los romanos, que eran más de hacer y menos de hablar, como la izquierda actual, que lleva años de sequía en lo que a soluciones se refiere. Aunque yo sigo en mis trece, y este gobierno, si se expresa, lo hace muy mal.
Y preguntas hubo para todos los gustos. Se habló de Bárcenas, del posible coste político de los recortes y las reformas estructurales y de su maternidad. Cospedal fue madre soltera en el año 2007 y al décimo día tras dar a luz, al más puro Rachida Dati style (ex ministra francesa de justicia que se incorporó al ministerio a la semana de ser madre) entró en campaña electoral como candidata por Castilla La Mancha. Digan lo que digan, para llegar a ser la ambición manchega, hay que trabajárselo y Cospedal le ha dado duro.
El desayuno resulto al final ser de lo más digestivo aunque aún faltaba una prueba por superar. En las puertas del lujoso hotel madrileño se agolpaba una treintena de personas con cierto aire descontento. Sus razones tendrán, y no seré yo el que lo niegue. Fue poner un pie en la calle y empezar a escuchar silbidos y pitadas. Miré el reloj y me percaté que eran las once de la mañana y que a mi no me podían pitar porque mi crónica, «Días CH», no la publicarían hasta las doce. Fue entonces, cuando al suspirar aliviado, me di cuenta que dos pasos más atrás venía María Dolores. Le abucheaban a ella. Pareció no importarle. El que algo hace, a alguien molesta. Pero eso también debería tenerlo en cuenta el pueblo, tras ocho años de promesas incumplidas.