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La ‘verdadera historia’ de la muerte de Osama Bin Laden

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Todo lo que nos han contado sobre el ataque en el que los Navy SEAL de Estados Unidos mataron a Bin Laden es mentira. Eso es lo que afirma el veterano periodista estadounidense, ganador del Premio Pulitzer, Seymour Hersh, en un artículo, publicado en la ‘London Review of Books’.

Según el relato de Hersh, la CIA y los servicios de seguridad de Estados Unidos no jugaron ningún papel relevante a la hora de descubrir a Bin Laden. No hubo ninguna confesión de ningún prisionero que fuera obtenida por medio de torturas que ayudara a encontrar al correo del fundador y jefe de al Al-Qaeda. No se produjo ningún tiroteo en la casa en la que vivía Bin Laden. Y, para rematar, el cadáver del terrorista no fue nunca arrojado al mar.

En su artículo, Hersh explica que, en realidad, Estados Unidos se entero de donde estaba Bin Laden cuando un alto cargo del ISI -el servicio de inteligencia militar de Pakistán- se presentó directamente en las oficinas de la CIA en Islamabad para decírselo, en agosto de 2010. La persona, cuyo nombre no desvela el periodista, sólo quería dinero, Y ahora vive en Estados Unidos, donde trabaja como consultor de la CIA.

El ISI tenía a Bin Laden prisionero desde el año 2006 en la ciudad de Abbottabad, en una casa situada a tres kilómetros de la Academia General del Ejército de ese país y de una base militar, y a un cuarto de hora en vuelo de helicóptero del uno de los principales centros de mando de su sistema de armas nucleares. El fundador de Al Qaeda vivía en una casa con «barrotes en las ventanas y alambre de espino en el tejado», según Hersh. Estaba muy enfermo, y había sido puesto bajo tratamiento médico por el propio ISI. Bin Laden, de acuerdo con la versión de la ‘London Review of Books’ no tenía protección, y estaba aislado del resto del mundo.

Una vez que confirmaron la veracidad de la información, los estadounidenses simplemente se dirigieron al alto mando del ISI para explicarles que tenían localizado a Bin Laden. Confrontados con los hechos, los líderes militares paquistaníes no tuvieron más remedio que aceptar la situación. Su única condición fue que Bin Laden no saliera vivo de la casa nunca. Arabia Saudí, que, según Hersh, había financiado gran parte de la operación para mantener al fundador de Al-Qaeda arrestado, también insistió en que Bin Laden debía ser asesinado, para que nunca pudiera hablar de los vínculos entre Riad y su organización.

Con todo eso pactado, el famoso ataque de los Navy SEAL descrito en la película ‘La noche más oscura’ no existió nunca. Los soldados de las fuerzas especiales de la Armada de Estados Unidos fueron guiados por espías paquistaníes hasta la habitación de Osama Bin Laden. Allí se encontraron con el terrorista que estaba agachado, tratando de huir y lo mataron a tiros. Después, vaciaron sus cargadores en el cadáver hasta el punto de que el cuerpo de Bin Laden se desintegró.

Washington e Islamabad había acordado mantener en secreto la muerte del terrorista durante una semana, tras la cual está sería atribuida a un ataque con aviones por control remoto en el lado afgano de la frontera de ese país con Pakistán. Ahí, según Hersh, fue donde Barack Obama decidió aprovechar políticamente el ataque.

Los asesores políticos del presidente de Estados Unidos le convencieron de que la explosión provocada por la destrucción del helicóptero que se había estrellado en Abbottabad iba a levantar sospechas. Por consiguiente, en un mensaje escrito de forma precipitada, Obama anunció a Estados Unidos y a la opinión pública mundial la muerte de Bin Laden. El cadáver del terrorista, además, estaba completamente destrozado, hasta el punto de que partes de su cuerpo podrían haber caído al suelo durante el accidentado viaje de regreso de Abbottabad a Jalalabad, en Afganistán, donde los SEAL tenían su base. Así que la Casa Blanca se sacó de la manga la historia de que el cuerpo de Osama bin Laden había sido arrojado al Océano Índico desde el portaaviones Carl Vinson.

Posteriormente, el Gobierno de Obama enriqueció esa versión con una serie de detalles. El más importante es que Bin Laden estaba tratando de agarrar un rifle automático cuando los SEAL le mataron. Así, se despeja toda duda de lo que, según Hersh, no fue más que un asesinato. La CIA, por su parte, también utilizo la muerte de Bin Laden para justificar su programa de torturas, a la que atribuyó la obtención de información decisiva para la localización de terrorista.

Sobornos por silencio

Los mayores perjudicados fueron las fuerzas especiales de Estados Unidos y los líderes del ISI paquistaní aunque al menos se habían llevado ingentes cantidades en sobornos por parte de Estados Unidos a cambio de su silencio.

El artículo de Hersh es consistente con muchos rumores y dudas acerca de la operación de la muerte de Bin Laden. El hecho de que sólo dos helicópteros pudieran aterrizar y llevar a cabo una operación de esa envergadura en un área militarizada provocó una considerable controversia en su momento. También está ampliamente documentado el hecho de que aquella noche se produjo un apagón de luz en Abbottabad. Ya en 2008 el embajador afgano en Washington había declarado que «Bin Laden no está en ninguna montaña, sino en una gran ciudad de Pakistán». Si nos atenemos a las exclusivas dadas en el pasado por el veterano periodista de 78 años, es posible que la noticia sea cierta. Hersh descubrió la famosa matanza My Lai, realizada por Estados Unidos en Vietnam, y las torturas en la cárcel de Abu Ghraib llevadas a cabo por soldados de ese país en 2003 y 2004.
Vía ElMundo

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