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Joe Biden o Donald Trump, todo apunta a un favorito

Si la semana que viene Joe Biden gana las elecciones frente a Donald Trump, el nuevo presidente recibirá enormes presiones para dar marcha atrás a muchos de los cambios radicales en temas que van desde la política exterior hasta la crisis climática. Eso sí, la tarea principal y más urgente de Biden en sus primeros 100 días en la Casa Blanca será poner en marcha un nuevo plan nacional de lucha contra el coronavirus, que en EEUU ha contagiado a millones de personas y se ha cobrado más de 220.000 vidas (más que en ningún otro país del mundo). Deberá también tomar medidas para reparar sus desastrosas consecuencias económicas.

El moderado Biden también recibirá la presión del ala progresista de su propio bando, el Partido Demócrata, que ejerce una influencia creciente y aspira a grandes cambios institucionales para responder a las cuestiones más urgentes del futuro del país. «Lo que tiene que hacer es sencillamente hacer historia», dijo Saikat Chakrabarti, activista demócrata y ex responsable de la oficina de Alexandria Ocasio-Cortez (congresista por Nueva York del ala progresista). «Recibe una depresión económica y una pandemia, y lo están eligiendo para que resuelva todo esto y haga algo grande».

El mejor escenario para Biden sería ganar de forma aplastante la presidencia y que los demócratas le dieran la vuelta a la mayoría del Senado para quedar con el control en las dos cámaras del Congreso. En ese caso, Biden y su equipo podrían concretar sus planes más ambiciosos y llevar adelante una presidencia al estilo Franklin Delano Roosevelt, que tras las crisis económica de los años treinta puso en marcha la gran recuperación del New Deal y los programas de asistencia.

«En muchos sentidos, van a aterrizar en una situación similar a la que llegamos nosotros en 2009, pero en algunos aspectos es peor», ha dicho Chris Lu, el subsecretario de Trabajo de la Administración Obama que en 2008 dirigió el equipo de transición del presidente número 44. «Nosotros llegamos durante la Gran Recesión y ellos también van a asumir en medio de una recesión; ellos tienen el desafío adicional y mucho más duro, de lidiar también con una crisis de salud pública».

Para cuando llegue el discurso de inauguración de la presidencia, en enero de 2021, podrían haber muerto más de 350.000 estadounidenses debido al coronavirus, según estimaciones que asumen una continuidad en las actuales políticas y trayectorias. Para Neera Tanden, quien dirigió en la campaña de Obama la unidad de política interior y más tarde trabajó como asesora principal del Departamento de Salud, lo más probable es que «la primera orden del día» de Biden sea contener el número de muertes y abordar los daños económicos.

La campaña de Biden ha propuesto un plan diseñado con principios científicos que incluye la obligación nacional de llevar mascarilla (aunque las autoridades locales tendrían la última palabra en la implementación); el aumento en el número de pruebas y de rastreos de contactos; medidas que eviten sorpresas en las facturas médicas por tratamientos contra la COVID-19; y una mayor asistencia financiera desde el gobierno nacional para las familias con dificultades.

En el Congreso lo que urge es un proyecto de ley de ayuda por la COVID-19 que lleva semanas sin ser aprobado. Los republicanos se están resistiendo a las presiones demócratas para que el paquete sea de 2 millones de dólares, quejándose por el coste y especialmente por el del aumento en el número de pruebas. Según Tanden, «posiblemente lo más importante sea un paquete legislativo que aborde el virus, la capacidad de contener al virus y de responder luego al daño económico que el virus ha causado».

A lo largo de su campaña por la presidencia, Biden ha compartido con sus votantes la lista de medidas que tomará si sale elegido, muchas de ellas para darle la vuelta a lo hecho por la Administración Trump. Entre ellas, reincorporarse al Acuerdo de París, del que EEUU saldrá el 4 de noviembre (24 horas después del día de las elecciones); volver al acuerdo firmado en 2015 con Irán para levantar las duras sanciones económicas contra el país a cambio de que Teherán limitase sus actividades nucleares; y presionar por una ampliación del seguro médico de Obama, que Trump y sus aliados han intentado desmantelar una y otra vez.

Tras las multitudinarias protestas del verano por el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, también hay mucha expectativa por un posible paquete legislativo en el Congreso que reforme a las fuerzas del orden. Pero no está claro si algo así podría sobrevivir al estancamiento de la lucha partidista ni al desagradable espectáculo del proceso legislativo. Una Administración Biden también recibiría muchas presiones para poner fin a una anticuada regla del Senado estadounidense conocida como ‘filibusterismo’, que permite al partido en la oposición paralizar los nombramientos y el proceso legislativo.

En gran medida, lo que finalmente ocurra con esos posibles primeros 100 días de Biden, dependerá del partido a cargo de la Cámara de Representantes y del Senado, y de la ventaja que tenga en el número de escaños.

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